Me corto los dedos con un cuchillo estúpido. Me arranco los ojos. No tengo más los oídos. Dejé que se quemara la comida. Practico posturas de Samurai y más tarde voy a tener dolores de espalda.
Baldeo el piso con toda la domesticidad enchufada y camino descalzo hacia la heladera donde el agua está tan pura y fría como el invierno.
Baldeo el piso con toda la domesticidad enchufada y camino descalzo hacia la heladera donde el agua está tan pura y fría como el invierno.
Soy de esos que le abren la puerta a los accidentes y esperan a que hablen como huracanes.
No quiero, no busco, nunca, nada.
Antes le cantaba al cielo. Me escondía detrás de los árboles de la plaza. Ahora los jugos esenciales están condenados a diluirse como las gaviotas que vi muertas sobre grandes rocas junto al mar, en Puerto Madryn, en los noventa.
La tormenta, ¿será buena vecina, ahora y en la hora de nuestra muerte? Importa casi nada ahora.
Vecina agradable o no, se avecina "and without pity or mercy".
Yo me voy; me fui hace años.
Me perdí en el Bosque...
Quizás era 1937.
No hay comentarios:
Publicar un comentario