3 de febrero de 2012

Debbie


Esta canción empieza a moverse en sus primeros acordes como haría la chica de tus sueños que ahora pasa bajo la lluvia, y va yendo, ahora, temprano, al trabajo que odia, pero que no se atreve a dejar.
      Hay música para cada escena, para cada lluvia.
      Cruza a la tarde la plaza que las luces municipales empiezan a iluminar.
      Espera el colectivo que nunca llega a tiempo. Se mancha con barro el vestido y piensa en  un libro que prestó y que nunca le devolvieron.
      Hay que armar un inventario de objetos prestados; hay que reinventarse todo el tiempo, piensa.
      Pero también hay música sin alma que jamás podría hacerle pensar en el barco que trajo a su abuelo, ni en el primer disco que compró, ni en una mañana de lluvia a mansalva, diluviana.
      Viaja de vuelta sola. Camina a su casa, prende un cigarrillo. Mañana franco de esos que no duran nada.
     
Estas canciones tienen vida. Tienen músculos, órganos, sangre, color. Se escriben solas. Canciones que se reproducen como plaga.
      Pero también hay música sin alma.