Tan anacrónica como un oscuro y tupido mostacho en que se atascan las migas, la sopa, la espuma de cerveza o la salsa de spaghetti, nuestra relación es rarísima, y en el amplio salón donde el champagne se descorcha y la espuma brota en un tintinear pegajoso, torpes, como siluetas de cartón recortado, intentamos entendernos en una danza monótona y a destiempo, ignorando que ya nadie en la fiesta queda, y que nuestra imagen —aunada por el baile— igual que la escena última de una película demasiado mala, empequeñece al ritmo fugaz en que se aleja la cámara.
28 de julio de 2009
Celebración
Tan anacrónica como un oscuro y tupido mostacho en que se atascan las migas, la sopa, la espuma de cerveza o la salsa de spaghetti, nuestra relación es rarísima, y en el amplio salón donde el champagne se descorcha y la espuma brota en un tintinear pegajoso, torpes, como siluetas de cartón recortado, intentamos entendernos en una danza monótona y a destiempo, ignorando que ya nadie en la fiesta queda, y que nuestra imagen —aunada por el baile— igual que la escena última de una película demasiado mala, empequeñece al ritmo fugaz en que se aleja la cámara.
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