28 de octubre de 2010

El gallo

Sí, claro.
Lloraría también por los que están a solas
y no piden nada,
hundiéndose entre la culpa y el alba.

Gallito ciego,
tres por tres veces
cantó ante la ventana
del chico debatiéndose entre la furia
y la calma,
el plato con la merca,
la lapicera sin tinta
y el cuaderno de tapas rayadas.

Gallito del alba
escapándole a los zorros, a la cana,
sin casco estrellándose el alma
donde la gloria y la vida
caben en el barro,
en las zanjas.

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